Si alguien me pregunta si soy patriota le respondo que si pero ahí está la
confusión. Mi respuesta daría al traste con mi residencia en el exilio y muchos
compatriotas se preguntarían: “¿Cómo este dice que es patriota y sin embargo
abandonó Cuba?” Mi respuesta otra vez seria desconcertante porque lejos de
decir algo que es muy cierto que Martí era un gran patriota y sin embargo vivió
quince años en Estados Unidos, diría que mi patria actual es Estados Unidos y
tengo mis razones para decirlo.
Nací en Camagüey, Cuba y viví allí
por más de cuarenta y cinco años. Desde muy temprana edad sentí amor por la
libertad sin siquiera conocerla pero algo dentro de mí decía que sería
formidable vivir sin sentir la presión de gente que te vigila y te dice qué
está bien y qué está mal, no solo cuando eres chico sino también ya eres
adulto. También soñaba con poder viajar y conocer otras partes del mundo sin
pensar en que tal o más cuál país son enemigos. Con el correr de los años
comprendí la importancia de los Derechos Humanos para la vida de las personas y
que estos deben ser respetados al máximo.
Luché pacíficamente contra el régimen de dictadura que oprime al pueblo de
la Isla y el resultado fue la prisión por mas de un año. Al salir emigré a
Estados Unidos con mi familia y es donde vivo desde hace casi cuatro años. ¿Cómo
puedo sentir amor patriótico hacia un país que sólo me ha dado desprecio por
mis ideas políticas, donde sufrí prisión por defender los derechos humanos,
donde hasta los propios vecinos me volteaban el rostro para no saludarme al
pasar, tal vez por fanatismo ideológico o por cobardía para no buscarse
problemas con la Seguridad del Estado y que estando en el exilio tengo que
pedirle permiso al regimen de La Habana y pagar una cuantiosa suma para entrar aunque sea de visita a Cuba a ver a mis padres? Miro
la bandera cubana y la miro con tristeza porque quisiera que el mundo entero
sintiera por ella el mismo respeto y admiración que siente por la bandera
norteamericana que hasta los más ignorantes en lugares remotos del mundo saben
que la bandera de las cincuenta estrellas es de Estados Unidos. Tristemente, el
patriotismo de los cubanos se ha manchado con la ideología comunista y a nadie
le interesa en Cuba poner en su ventana una bandera. Si lo hacen es sólo en fechas
de furores revolucionarios y obligados por los represores del régimen. En el
exilio en cambio, cualquiera coloca con orgullo la bandera norteamericana en su
ventana o balcón y lo hace en cualquier fecha sin ser presionado por nadie.
¿Cómo no sentir admiración y respeto por un país que me abrió las puertas y
me acogió como un hijo, me respeta mis derechos, me ha dado la posibilidad de
trabajar dignamente para obtener de mi salario lo necesario para vivir, me ha
dado la condición de residente legal y en un futuro cercano la posibilidad de
obtener la ciudadanía y disfrutar de todo a la par de un nativo? Esta es mi
patria adoptiva desde que descendí del avión que me trajo. Salí de Cuba con el
corazón destrozado por la familia que dejé atrás pero al llegar aquí, saqué a
Cuba de mi cabeza y la puse en un lugar especial en mi corazón, luego coloqué a
Estados Unidos en mi mente consciente de que emigré de manera definitiva y no
provisionalmente para tratar de triunfar en una sociedad distinta en costumbres
e idioma sin el dolor diario de pensar en el pueblo sufrido que dejé atrás. De
cualquier forma esa tristeza es inevitable cuando alguna noticia de allá cubre
los espacios noticiosos o cuando casi a diario pienso en mis ancianos padres y
mi familia. Soy cubano y eso no lo negaré nunca, por mi primera lengua, por mis
hábitos alimenticios, por el café que me gusta y por el clima al cual estoy
acostumbrado. Esa es mi identidad imborrable aun cuando me
haga ciudadano de este país. Soy auténtico y no divergente conmigo mismo. No
entiendo esos cubanos que en Cuba lucen la bandera norteamericana en cintos,
gorras, camisas, etc., y luego cuando están en Estados Unidos, lucen entonces la bandera
cubana en gorras, llaveros y hasta en el carro. Si los cubanos deciden emigrar
es bueno que hagan el viaje dos veces; uno físicamente y el otro mentalmente,
porque venir al exilio pensando que aquí las cosas son igual que allá deviene a
la larga o a la corta una gran frustración. Aprender a trabajar duro es una de
las cosas buenas que aprendemos los exiliados cubanos ya que en Cuba no hay
costumbre de trabajo. Obtener lo que necesitamos con el sudor de nuestra frente
es lo que yo llamo el verdadero sueño americano, donde todo beneficio requiere
un sacrificio.
Exhorto a todos los cubanos exiliados recientes o de antes que si les gusta
fiestear y beber en todo momento y de forma irresponsable que regresen a Cuba, si les gusta vagabundear
todo el tiempo y hacer como que trabajan, que regresen a Cuba y si les gusta
apoyar al régimen de los Castro aquí o cuando van de visita a Cuba para buscar
simpatía y no tener problemas, mejor se quedan de una vez y que nunca más
regresen a tierras de libertad porque la democracia es para los que la aman de
verdad y no para los oportunistas e hipócritas que le temen a la dictadura aun
cuando están fuera o colaboran con ella para seguir la doble moral de siempre.
Ya es hora de definir los principios.