lunes, 3 de enero de 2011

A UN HERMANO

Años ha que los aires de juventud de un mozo, se cubrieron con el alitafe del morador de las tinieblas. Sus sueños de sepultar la oscuridad lo llevaron a las penumbras de las mazmorras frías de los guardianes en verde olivo.
Joven de verbo ardiente y rebeldía indomable, dejó en los fosos los años mozos y creo, por lo que sé, un poco de su pueril inocencia que embarga a los buenos hombres de pensar y confesar, que la espalda puede voltearse a cualquiera sin temer la traición.
Consiguieron enclaustrar su cuerpo por largos años entre rejas, mas los sueños aún permanecen en él como halo. Desgarraron un pedazo de su corazón cuando su hija apenas nacía, pero su verbo se volvió más ardiente y su rebeldía se volvió como un potro sin dueño que derriba a quien pretenda hacer una monta.
No murió como el gorrión enjaulado por la tristeza de perder su libertad, más le creció el corazón y el orgullo de ser un héroe. Aún con las alas cortas de la libertad que ansía, desafía con su débil cuerpo y su sangre caliente, a la oscuridad que impera en las tristes calles de mi Cuba bella, a mirar de frente la luz del sol de un nuevo día sin perecer para siempre en el lodazal de su maldad.
Perdona. Pero olvidé entre tantas palabras merecidas, poner tu nombre. No importa. El mundo ya conoce a quien hace unas horas dejó atrás la prisión pequeña y se quedó en la grande junto a su familia, sus vecinos, sus calles medio oscuras y llenas de escombros y un pesar tan grande en cada rostro que deambula, que es difícil decir dónde se vive con más dolor, en la pequeña o en la grande. O perdón. ¿Dónde se sobrevive mejor?