miércoles, 24 de febrero de 2010

Con dos inmolados ya es suficiente

La hipocresía a veces puede descubrir en las personas la maldad que se esconde en su corazón. Pero la maldad del señor presidente de Cuba; Raúl Castro, es tan despreciable como la de su hermano octogenario Fidel Castro. Máximo responsable este último, de miles de asesinatos cometidos por sus testaferros durante su trayectoria como gobernante, como lo es ahora su hermano de la muerte, o mejor dicho, del asesinato del opositor pacífico Arnaldo Zapata Tamayo. Y digo hipocresía, porque la vergüenza en un hombre puede ser poca o nula para lamentarse públicamente por la muerte de una de sus víctimas. Eso suena más a burla que a lamento. Aún después de asesinado Tamayo, este señor hace hincapié en que murió por ser un mercenario pagado por el imperio, una canción que ya aburre y que nadie cree. ¿Cuántos más como Zapata Tamayo tendrán que inmolarse en una huelga de hambre para que el pueblo tome la iniciativa de un levantamiento popular o para que el mundo reaccione fuertemente a favor de la democratización de Cuba? Considero que no podemos seguir permitiendo más muertes de personas valiosas como bandera de lucha, lo inteligente sería reclamar los derechos del pueblo cubano en las calles en manifestaciones pacíficas. Y si alguna persona pierde la vida en esta lucha, que sea por acabar con el hambre y no para que el hambre acabe con ella.
El momento llegó y la dictadura no cambiará por sí sola aunque venga otro presidente después de Raúl. El engranaje maquiavélico con el que fue creado el sistema, no lo permite. Es preciso un empujón desde abajo para que la cumbre corrompida se desplome y caiga hecha pedazos. No importa, la base de una sociedad democrática se encargará de formar otra cúpula que sea el orgullo de todos los cubanos y restituya el prestigio de nuestra nación en todo el mundo.