lunes, 14 de septiembre de 2009

Honduras Sobrevivirá

El pasado 28 de junio del año en curso, sucedió el golpe de Estado en la hermana nación centroamericana de Honduras. Casi inmediatamente, algunos gobiernos del área condenaron el hecho y tomaron medidas punitivas contra el nuevo gobierno de Roberto Micheletti. Entre ellos: Estados Unidos, Venezuela, Nicaragua, y otros. También condenaron el golpe organizaciones internacionales como la ONU, la OEA y la UE.
A pesar de que la Corte Suprema de ese país declaró que el depuesto presidente había roto el orden constitucional por lo que lo conminaron a abandonar el país o enfrentar la justicia, los gobiernos de muchos países prefirieron alinearse a los rígidos tratados internacionales que en las circunstancias que se nos presentan, defienden más que a la propia democracia, a los intereses de los gobernantes que en algunos casos son proclives a romper el orden democrático tradicional de sus naciones y temen mirarse en el espejo del caso de Honduras.
Contra la repulsa de muchos gobiernos del mundo está la opinión de los más implicados en el problema: el pueblo hondureño. Es ridículo que un gobierno históricamente democrático como Estados Unidos, que siempre ha proclamado en el mundo el derecho a la libertad de elección, ahora presione con sanciones a Honduras para que se restituya en el poder de ese país un (ex)gobernante que tenía claras intensiones precisamente de llevar el país por el camino del chavismo venezolano amparándose en la elección democrática por la que Manuel Zelaya asumió el poder del Estado o lo que hubiera sido peor por el camino del castrismo cubano que tantos dolores de cabeza le ha causado a Estados Unidos desde hace medio siglo.
En situaciones políticas o incluso, en el umbral de conflictos bélicos en diferentes partes del mundo, Estados Unidos siempre ha mantenido una posición prudente y observadora hasta último momento. Esta actitud apresurada y condenatoria de la administración del presidente Obama, desciende del escaño de política de alto nivel y coloca su gobierno del lado del populista Chávez y contario a los intereses del pueblo hondureño que en su mayoría respalda al presidente interino Roberto Micheletti y a la restitución que él ha hecho del orden constitucional en Honduras.
Es cierto que la persecución de un fin noble no puede sucederse de una acción mala porque entraría una contradicción moral donde se dice que el fin cuando está encaminado al bien común, no justifica los medios si estos son perversos. Pero en el caso que nos ocupa, la perversidad de la acción trajo consigo el bienestar y la estabilidad democrática de una nación que peligraban en manos del señor Zelaya.
Si la ética política y la diplomacia de nuestros tiempos no permiten apoyar la toma del poder en ninguna nación por la fuerza, no por ello es necesaria una ruptura diplomática y económica con la nación de que se trate la acción, máxime si se tiene en cuenta que el gobierno de Micheletti no ha dado la más mínima muestra de dictadura y ni siquiera ha tratado de anular las próximas elecciones en ese país.
Tales medidas coercitivas fueron necesarias en el caso por ejemplo de Irak, donde el presidente Hussein quien fue derrocado por los aliados, sí perjudicó gravemente a su pueblo. Pero con respecto a Honduras, la toma del poder en forma violenta por el señor Micheletti y sus aliados, fue para evitar que un mal mayor echara raíces en su patria.
En resumen, la repulsa y condena de Estados Unidos quien siempre fue aliado de Honduras y el rechazo de otros países del hemisferio, solo servirá para fortalecer más en Honduras el sentimiento nacionalista de que con ayuda o sin ella Honduras sobrevivirá y el populista y oportunista de Zelaya al gobierno….NO VOLVERÁ.

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